La pedagogía crítica no es una metodología nueva, pero está regresando con fuerza ante una paradoja cada vez más evidente: mientras los estudiantes debaten apasionadamente temas complejos en TikTok y forman opiniones en segundos, en el aula permanecen en silencio. Esta corriente no busca crear estudiantes que interpelen a todo porque sí, sino formar personas capaces de pensar por sí mismas, cuestionar la información y participar activamente en su aprendizaje, cerrando la brecha entre la vida digital y la educación formal.
Para los docentes que sienten que sus clases se han convertido en monólogos predecibles, la pedagogía crítica ofrece estrategias específicas para transformar el aula en un espacio dinámico donde el aprendizaje surge del diálogo, el cuestionamiento y la construcción colaborativa del conocimiento.
Es una corriente educativa que surge de la obra de pensadores como Paulo Freire, quien concebía la enseñanza como un acto inherentemente político y ético. Su propósito no es adoctrinar, sino desarrollar en los estudiantes la capacidad de analizar críticamente su realidad, identificar desigualdades estructurales y participar de manera informada en procesos de transformación social.
Además, se nutre de otros teóricos, como Henry Giroux —considerado, junto a Freire, uno de los padres de este enfoque— y la pedagoga bell hooks, cuya visión de la educación enfatiza la pertenencia, el bienestar y la comunidad. Lejos de limitarse a contextos de extrema desigualdad, la pedagogía crítica puede aplicarse en cualquier entorno educativo que busque un aprendizaje reflexivo y emancipador
Este enfoque desmiente el mito de que la pedagogía crítica es exclusivamente "ideológica" o limitada a ciertos contextos académicos. Si bien tiene una fuerte base en la teoría crítica y la reflexión sobre las relaciones de poder en la educación, como corriente pedagógica se adapta efectivamente a cualquier nivel educativo y modalidad, aprovechando incluso las ventajas de estudiar virtual para crear espacios de reflexión y colaboración más amplios.
Vivimos inmersos en una interacción digital donde la sobreabundancia informativa convive contradictoriamente con la desinformación sistemática. Los algoritmos de las redes sociales amplifican nuestras convicciones y generan reacciones inmediatas, alimentando burbujas de opinión que dificultan el diálogo constructivo y la apertura a perspectivas diversas.
En este escenario complejo, la pedagogía crítica se convierte en una respuesta educativa esencial porque:
La implementación de esta pedagogía se enriquece cuando se fundamenta en principios sólidos de psicología del aprendizaje, permitiendo diseñar experiencias educativas que realmente transformen la manera en que los estudiantes se relacionan con el conocimiento y su entorno.
La docencia trasciende la simple transmisión de contenidos curriculares; constituye un proceso de acompañamiento integral en la formación de ciudadanos reflexivos, solidarios y comprometidos con su comunidad.
Un docente que abraza este principio:
La pedagogía constituye el marco conceptual y metodológico que define no solamente qué contenidos se enseñan, sino cómo se enseñan y con qué propósitos formativos. Este enfoque integral orienta cada decisión educativa y determina el impacto que la enseñanza tendrá en el desarrollo personal y social de los estudiantes.
Desde los fundamentos teóricos hasta la implementación práctica en contextos diversos, la pedagogía articula métodos, herramientas educativas y estrategias didácticas, asegurando que la educación forme personas críticas, creativas y socialmente responsables.
La relación entre pedagogía y sociedad es profundamente dialéctica: la educación forma ciudadanos conscientes de su realidad, y estos, a su vez, transforman activamente las estructuras que los rodean.
Imagina una clase de ciencias sociales, en la que la profesora decide no limitarse a explicar teorías sobre desigualdad y, en su lugar, usa la pedagogía crítica. Invita a sus estudiantes a analizar noticias recientes y a compararlas con sus propias experiencias en la comunidad. La discusión se convierte en un espacio de escucha activa donde cada voz aporta una perspectiva distinta, y el aula se transforma en un laboratorio de diálogo crítico. Lejos de ser una transmisora de datos, la profesora actúa como facilitadora: orienta el debate, plantea preguntas que incomodan, pero enriquecen y motiva a sus alumnos a proponer acciones concretas para enfrentar la desinformación y la polarización que detectan en su entorno cotidiano.
Educar desde esta corriente pedagógica es también un acto de valentía intelectual: implica confrontar la realidad sin evasiones, reconocer sus injusticias estructurales y mantener la confianza en que, a través del pensamiento crítico colectivo, es posible construir alternativas más justas y equitativas.
La pedagogía crítica que enseñar no es simplemente un trabajo, sino una responsabilidad ética fundamental con las generaciones futuras y con la construcción de sociedades más democráticas y participativas.
Fuentes:
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